Cantinflas: un legado de sonrisas

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La cosa es sencilla, como dijéramos, Cantinflas cumple un aniversario más de su natalicio, pero  como ya falleció, cosa que es contradictoria, pues eso de cantarle las mañanitas del Rey David, no es ya así, muy conveniente que digamos; pero eso sí, no envejece más y no lo podemos ignorar; bien, pues ya no está sometido a las leyes de la edad o en dado caso a las leyes de gravedad, que lo preservan, aclaremos, longevo; pero eso no es grave, pues al contrario, por eso, ¿cuál gravedad?; ¡no señor!, no es grave porque se revitaliza, lo dice claramente la física: es cuestión de la energía, la sinergia y el movimiento relativo y absoluto de los cuerpos que los mantiene frescos o incorruptibles. Ahora que si nos vamos por el lado de la cultura que lo reconoce y lo celebra, es más bien obligación nuestra analizar los ángulos de ese lado artístico; pero antes debemos ver qué figura tiene el arte para saber el número de esos lados que refiero, porque mire usted amable lector, no es así de le entramos a reseñar su vida de rápido, no, no, no. Entonces… Cantinflas cumple y no cumple al mismo tiempo. Si la cosa es bien clara; entonces, bien… merece un reconocimiento atemporal, y ya que estamos en eso del tiempo, dese tiempo de leer esta nota; y si no, pues ni modo que no lo supiéramos, como quien dice, no lea, total; por eso digo… que hoy hablamos de don Mario Moreno.

Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes logró transformarse en un mito de nuestro país gracias a su singular personaje Cantinflas, el humilde hombre de la gabardina y pantalones caídos, cuya simpatía, mordacidad y léxico confuso le servían para salir avante de cualquier problema o enredo. En él ajustaba la idiosincrasia del mexicano que busca por todos los medios sobresalir en la competida urbe, pero con la notable diferencia de que Cantinflas siempre tenía a la mano algo muy valioso: una franca sonrisa.

Nació el 12 de agosto de 1911 en la ciudad de México, en la colonia Santa María la Ribera. Fue el sexto de los catorce hijos procreados por don Pedro Moreno Esquivel y María de la Soledad Reyes Guízar. De niño, desempeñó toda clase de oficios que le permitieran ayudar en el sustento del hogar, pues el empleo de cartero de su padre no era suficiente. Bolero, zapatero, albañil, empleado, mandadero, cartero, hasta se dice que boxeador, fueron los oficios en los que buscó una mejor vida.

En 1928, el joven Mario mintió sobre su edad para enlistarse en el ejército, al que sirvió como soldado de infantería. Ahí tuvo la oportunidad de realizar estudios de mecanógrafo, pero se dice que su padre envió una carta para alertarles sobre la verdad: su hijo tenía sólo 16 años. Inmediatamente, fue dado de baja.

Jamás imaginó que la actuación le daría fortuna y menos que su trascendencia estaría ligada a nuestra cultura popular. Este mago de la lengua comenzó su carrera artística en las carpas de entretenimiento popular, por aquellos rumbos de la delegación Azcapotzalco. Locales como Ofelia, Sotelo y Velentina fueron testigos del ingenio de la futura estrella del cinematógrafo. Precisamente, en este último local conocería a su futura esposa: Valentina Subarev, joven de origen ruso e hija del dueño.

Las carpas eran el teatro de la gente de escasos recursos económicos, donde las familias se reunían para deleitarse con las ocurrencias y sátiras que aquellos improvisados artistas realizaban. Hacer reír a la gente fue su principal fuente de ingresos, y por aquel entonces compartió los escenarios con el también humorista Manuel Medel Ruiz, más tarde, su compañero de cine.

En 1936, se trasladó a Jalapa, Veracruz, donde trabajó como cómico en la carpa de un circo de la localidad. Su oportunidad en el cine llegó ese mismo año con la comedia No te engañes corazón, bajo el sello Posa Films, aunque no tuvo demasiada repercusión.

Luego de realizar varios cortos con esa productora, que le sirvieron para terminar de pulir a su emblemático personaje, le llegó el estrellato en 1940 con la cinta Ahí está el detalle. Prácticamente, en América Latina y todo México su éxito fue contundente. Al fin, Cantinflas saltaba de las carpas a la pantalla, y de ahí al imaginario colectivo que lo tradujo a la realidad de nuestro pueblo.

Con una meteórica carrera fílmica, Mario Moreno creó estilo y lenguaje. Penetró en las diversas capas de la sociedad mexicana y de su cultura. La Real Academia Española de la Lengua acuñó el verbo cantinflear, en su diccionario de 1992: “Epónimo del nombre Cantinflas, que se usa o emplea para el modo de hablar al intentar confundir o convencer a otros de que se tiene la razón, aun cuando no necesariamente fuera ése el caso.” O bien: “Hablar o actuar de forma disparatada o incongruente y sin decir nada con sustancia.”  Más tarde incorporarían los sustantivos: cantinflada y cantinfleo; así como los adjetivos: cantinflesco, cantinflero y acantinflado.

Diversos intelectuales le han homenajeado como referente de nuestra cultura. Gente como Diego Rivera y Rufino Tamayo le pintaron; los escritores Carlos Monsivaís, Salvador Novo y Carlos Fuentes le dedicaron copiosos ensayos donde destacaron la esencia del hombre mitificado por el cine y reconocieron su aporte a la identidad del mexicano.

También el mundo de la Sociología ha querido participar del análisis de su figura y exalta el carácter de denuncia que mantienen sus personajes en pantalla. Cantinflas lucha contra la injusticia, reprocha la hipocresía de la sociedad que desampara y es indiferente con las personas pobres y desvalidas que en ocasiones son ultrajadas por la propia autoridad y la absurda burocracia de un sistema que no da solución a los problemas del pueblo. Sus personajes son hombres nobles, puros, inocentes, astutos, pícaros y  con agudo sentido del humor; aunque más de uno es embustero a través de un lenguaje enredado que provoca confusiones en sus interlocutores para obtener de ellos un beneficio.

Mario Moreno aseguró que su cine siempre tuvo un mensaje para la familia: el de promover lazos de unión y hermandad; el de rescatar el humor por encima de cualquier adversidad. Murió el 20 de abril de 1993 y el pueblo lo despidió con sentidas muestras de amor, respeto  y admiración, pero su mito ya existía desde años atrás y hasta nuestros días.

El humor de Cantinflas se mantiene fresco. La venta de su material fílmico o retransmisión televisiva lo revitaliza y lo exalta sobre la nueva generación de humoristas que no logran siquiera aproximarse a su aura. Así la vida, chatos

 

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