A menudo se dice que los héroes nacen en un momento determinado de la historia o que son fruto de la casualidad, de la coincidencia o el destino. Se les exalta como a personas sin defectos, con un alto sentido del honor, llenos de virtudes. Cuando evocamos sus nombres, procuramos hacerlo siempre con el respeto que sus hazañas merecen.
Cuando niños, durante los honores a la bandera en las escuelas primarias y secundarias, solíamos escuchar sus semblanzas, aunque sin recordar su fisonomía. Dábamos por hecho, desde aquella edad, que su sacrificio produjo lo que el país es en nuestros días. Les otorgábamos un agradecimiento perpetuo, pero amnésico.
Nuestros maestros de historia cumplían con reseñar lo que los próceres de la patria habían hecho por el país, pero pocas veces se detenían a explicarnos los porqués de sus acciones. Cuando escuchamos la expresión: “héroes de la patria”, la mayoría nos acordamos de las caritas impresas en esas estampitas de margen azul que nos vendían en la papelería al precio de un peso. Como tarea debíamos copiar en nuestros cuadernos la historia de sus vidas. Lo hacíamos con notables faltas de ortografía que a los “profes” no les importaban corregir, bueno, tal vez a los más responsables o a los que en verdad tenían una vocación por la enseñanza.
Es triste que a este tipo de recuerdos se reduzca la vida de los caudillos. ¡Ah!, pero me falta mencionar a los villanos de la historia. Nuestros maestros nos decían que el país era una calamidad gracias a las malas decisiones de esas personas que llevadas por la ambición de poder habían perjudicado a nuestra nación. A uno de los que más se le acusa de ser un embustero es a don Porfirio Díaz, dictador de México, sin reconocer, al menos, que durante la Guerra de Intervención Francesa fue un auténtico héroe.
Lo que es cierto, es que héroe o villano o caudillo, ellos pueden cambiar el curso de la historia. Con su vida logran alterar el rumbo o el destino de una nación para bien o para mal. En nuestro país, tal vez no podemos encasillar como tal a los hombres que decidieron intervenir en el devenir histórico, pero esas definiciones sólo el lector o el amante de la historia lo puede interpretar.
Definiciones de la palabra héroe hay tantas, aunque a veces eso no basta cuando nos aproximamos al verdadero significado de sus proezas o hazañas. Lo que caracteriza a la mayoría de ellos, es el desapego a sus necesidades personales; no anida en su mente ambición por la superioridad y enfocan sus energías para lograr el bienestar de sus comunidades. La mayoría ha pagado con sus vidas ese deseo y, sin pensarlo, dejaron constancia de su existencia para que fueran recordadas a través del paso del tiempo.
Al mismo tiempo, son acompañados por los antihéroes, esas personas que se mueven por una visión distinta del orden social o económico e imponen sus propias condiciones. Ante la avalancha de nuevos “héroes” de la patria que son implementados por los medios lúdicos de comunicación masiva, la amenaza del olvido hacia nuestros próceres y caudillos es inminente. La memoria debe ser nuestra aliada al momento de resurgir las vivencias y testimoniales de estos personajes. Como padres, hermanos, hijos, tíos, sobrinos o el familiar que seamos debemos inculcar en nuestras nuevas generaciones la admiración por los hombres que merecen ser honrados.
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